sábado, 9 de julio de 2016

TRES DEBATES SOBRE LOS SISTEMAS ECONÓMICOS

El debate sobre el problema de la transformación
La economía neoclásica había adotado la teoría de valor en la que la demanda como la oferta determinan los precios, ya que la teoría de valor del pensamiento clásico suponía que la tasa de beneficio era uniforme en toda la economía.

Karl Marx eludió el problema de la transformación suponiendo que la intensidad del capital era la misma en todas las industrias. Con ese supuesto, era posible transformar los valores del trabajo en precios de mercado; sin él, era imposible; había intentado resolver este problema sin mucho éxito, pero a los marxistas no les interesaban los precios relativos sino la caída del capitalismo como consecuencia de sus contradicciones internas. Rechazaban la idea de que la desaparición del capitalismo dependiera de que la teoría del valor trabajo pudiera explicar o no los precios relativos.

El debate sobre el problema de la transición
El hecho de que el capitalismo no se desmoronara como había predicho Marx suscitó muchos debates entre los marxistas a finales de la década de 1800 y principios de la de 1900. Aparecieron algunas explicaciones de las razones por las que no se había producido la revolución del proletariado y la caída del capitalismo: Lenin sostenía que las sociedades capitalistas, al ser imperialistas, estaban consiguiendo salvarse explotando las zonas menos desarrolladas del mundo; otros mantenían que el capitalismo estaba modificándose y frenando así el proceso por el que las contradicciones internas estaban minando el sistema; y otros sostenían que para que el capitalismo muriera, tendría que haber una revolución y que como el sistema socialista era mejor, se debía instituirlo por la fuerza.  (Ejemplo Rusia 1917, Los austriacos sostenían más rotundamente que otros que la implantación del socialismo por la fuerza demostraba que éste era incompatible con la libertad individual y, por tanto, no era un sistema deseable. El hecho de que se llevara a la práctica por primera vez en Rusia demostraba que no era una respuesta a las tensiones de la sociedad capitalista sino la imposición artificial de una pequeña y poderosa élite.)

El debate sobre la asignación de los recursos
El tercer debate se refería a la forma en que asignaría una sociedad socialista sus recursos y llevaría a cabo las actividades económicas sin el libre mercado como institución encargada de esa asignación dado que Marx no había formulado el cómo.

Albert Schaffle (1831–1904)  Formuló dos preguntas, que han resultado ser las principales cuestiones en la literatura posterior sobre la teoría económica del socialismo.
En primer lugar, ¿qué mecanismo se utilizará para asignar los recursos escasos? Schaffle sostenía que si una economía socialista basara sus precios en una teoría del valor que no considerara el valor de uso y centrara exclusivamente la atención en el lado de los costes, probablemente en el coste del trabajo, no podría asignar eficazmente los recursos.
La segunda pregunta planteada por Schaffle se refiere al posible conflicto entre el socialismo y la libertad. Schaffle pensaba que las ventajas del socialismo podían ser anuladas por la pérdida de libertad individual.

Enrico Barone (1859–1924), profundizó en estas cuestiones. En 1908, Barone se convirtió en el primer economista que examinó sistemáticamente las condiciones necesarias para lograr una asignación óptima de los recursos en un sistema socialista. Barone demostró primero las condiciones que maximizan el bienestar en el capitalismo con mercados perfectamente competitivos y después construyó un modelo en el que todos los recursos, salvo el trabajo, son de propiedad colectiva y un ministro de producción controla la economía. Llegó a la conclusión de que si el ministro fija los precios de tal forma que sean iguales a los costes de producción y si los costes de producción son mínimos, la asignación de los recursos es óptima y se logra el máximo bienestar. En 1947, Paul Samuelson afirmó que “es un homenaje a su obra que un tercio de siglo después de que se escribiera no exista en lengua inglesa ninguna formulación mejor del problema a la que puedan prestar atención los estudiosos”

Los precios de los factores de producción se determinarían mediante un proceso de imputación. El método de prueba y error revelaría a los planificadores los precios de equilibrio de los factores. Por tanto, en el socialismo no existiría ningún problema fundamental de asignación de los recursos.
El debate se avivó cuando F. A. Hayek, que recibió más tarde el Premio Nobel, y Lionel Robbins (1898–1984) comenzaron una nueva discusión. Sostenían que aunque la solución al problema de la asignación en el socialismo era posible en teoría, no lo era en la práctica. Para comprender su discusión, imaginemos que la economía es una computadora gigante. Por cada mercancía que demanda un hogar, hay una ecuación; por cada mercancía que ofrece una empresa, hay una ecuación; y así sucesivamente. Hayek y Robbins insistían en que sería imposible para los planificadores socialistas reunir la gran cantidad de datos necesaria para una asignación racional y, no digamos, resolver simultáneamente las ecuaciones.

Esta fase del debate fue cerrada eficazmente por Oskar Lange (1904–1965) en dos ensayos publicados en 1936–1937, que se revisaron y publicaron con el título de On the Economic Theory of Socialism firmó que una vez que se reconoce que los precios de los factores pueden utilizarse para asignar racionalmente los recursos, independientemente de que esos precios se determinen en mercados competitivos o sean fijados por planificadores estatales, sus argumentos fallan. Los precios de mercado son, en realidad, meros índices de las alternativas ofrecidas a los compradores y los vendedores. En los mercados competitivos capitalistas, los hogares que venden factores y las empresas que compran factores no conocen realmente las fuerzas que determinan estos precios. Pero eso no influye en sus decisiones. Toman los precios como parámetros y actúan en consecuencia. Utilizando un método de prueba y error, los planificadores encontrarán los precios que igualen la cantidad ofrecida y la demandada y equilibrarán, pues, los mercados. Lange señaló, además, que en el capitalismo competitivo la teoría neoclásica ha observado que se cumplen tres condiciones en el equilibrio.

 (1) Tanto los consumidores como los productores se encuentran en posiciones maximizadoras. 
             (a) los consumidores gastan su renta limitada para maximizar la satisfacción
             (b) los productores maximizan los beneficios.
(2) Cada precio es tal que la cantidad ofrecida es igual a la demandada, por lo que todos los mercados se equilibran.
(3) Las rentas procedentes de los consumidores son iguales a los ingresos procedentes de los factores vendidos más los beneficios.

Lo que en el socialismo no se cumpliría con todo estas condiciones, Según Pareto, Barone, Taylor, Lange y Lerner, una economía socialista asignaría más eficientemente los recursos si, mediante una planificación y dirección, generara los mismos resultados que en los mercados perfectamente competitivos.


Sin embargo, en los últimos veinticinco años del siglo XX esa idea comenzó a cambiar. Algunos afirmaron que era bastante simplista sostener que cabía esperar que en un sistema socialista los directivos de las empresas siguieran unas reglas para gestionar eficientemente las plantas e igualar el coste marginal y el ingreso marginal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario