domingo, 10 de julio de 2016

Socialismo y Libertad

El debate aparecería después de las grandes guerras del siglo XX, Hayek sostenía que el socialismo es incompatible con la libertad. Sencillamente, no puede existir un plan económico; requiere un curso de acción específico. Como los planificadores no pueden saber cuáles son las preferencias de todos los miembros de la sociedad, necesariamente deben “imponer su escala de preferencias a la comunidad para la que planifican”12. El proyecto socialista que sugiere que el socialismo de mercado permitirá que el consumidor sea libre y pueda elegir la ocupación en una economía planificada es, pues, falso, ya que la planificación y la libertad de elección son incompatibles, según Hayek.

Incluso los autores que simpatizan con las ideas socialistas han manifestado su preocupación por el hecho de que los gobiernos socialistas marxistas no permitieran la libertad política. Resulta útil examinar el camino que siguió Rusia para fijar los precios con el fin de ver, en primer lugar, las dificultades que plantea la fijación socialista de precios y, en segundo lugar, en qué circunstancias podría una economía planificada asignar eficientemente los recursos. Con el método de prueba y error aplicado a balances de materiales, donde en un libro se anotaba en un lado los necesarios para producir, y el otro los productos deseados.

Como sería de esperar, había problemas. Por ejemplo, cuando a los agricultores no se les pagaba un precio suficientemente alto, se negaban a entregar su producción al Estado para que éste pudiera suministrar alimentos y materias primas al sector urbano. En respuesta, el gobierno ruso decidió colectivizar las explotaciones agrícolas y “garantizar” así el suministro de productos agrícolas. La colectivización agravó aún más los problemas de incentivos y de eficiencia. Los artículos que había en las tiendas raras veces eran los que quería la población; las industrias cumplían sus cuotas produciendo bienes, no satisfaciendo necesidades. Además, había pocos incentivos para el cambio tecnológico, por lo que las técnicas manufactureras rusas se quedaron cada vez más rezagadas con respecto a las occidentales.

La teoría del trabajo y la planificación Al principio, los planificadores trataron de que sus planes fueran coherentes con la teoría del valor trabajo, pero cambiaron con el tiempo. El ataque a esta teoría no fue una ofensiva general sino un subproducto de los intentos de resolver los problemas diarios de la planificación.

Los precios sombra, un hombre fue encarjado para solucionar el problema de la planificación, Kantorovich no podía adaptarse a las técnicas existentes, desarrolló un nuevo método para resolverlo y se convirtió en el creador de la programación lineal; Estos multiplicadores son lo que los economistas llaman precios sombra y reflejan el valor de escasez de las mercancías.
Es el precio de referencia que tendría un bien en condiciones de competencia perfecta, incluyendo los costos sociales además de los privados. Representa el costo oportunidad de producir o consumir un bien o servicio.

Un bien o servicio puede no tener un precio de mercado; sin embargo, siempre es posible asignarle un precio sombra, que permite hacer un análisis de costo-beneficio y cálculos de programación lineal. La utilización de precios sombra era, pues, un ataque evidente y fundamental a la teoría del valor trabajo.

Los costes de oportunidad. ¿Debe asignar fondos (capital) a la construcción de una central hidroeléctrica, una acería o una fábrica de máquinas-herramienta? Una teoría del valor trabajo que excluya de toda consideración los intereses no ayuda a resolver este problema diario ni siquiera en una economía organizada como la de la Unión Soviética. Éste es uno de los ejemplos de una serie de problemas que sólo pueden resolverse admitiendo la productividad y el valor de escasez del capital.

Este tipo de problemas atrajo la atención del economista Novozhilov a finales de la década de 1930 Propuso medir el valor o precio mediante lo que los economistas llaman costes de oportunidad y tener en cuenta así no sólo los costes del trabajo sino también los costes del capital y de la tierra. Expresando su concepto de costes de oportunidad en unidades de trabajo, dio la impresión de permanecer dentro de la ortodoxia marxista

Podría decirse que el costo de oportunidad está vinculado a aquello a lo que un agente económico renuncia al elegir algo. El costo de oportunidad también es el costo de una inversión que no se realiza (calculado, por ejemplo, a partir de la utilidad que se espera según los recursos invertidos). (Definición de costo de oportunidad - Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/costo-de-oportunidad/#ixzz4E27ecFWk )

Resulta útil volver atrás y examinar el debate sobre la planificación económica socialista desde esta perspectiva histórica. Parece que en la práctica la corriente económica principal estaba en un error y que Mises y Hayek tenían razón. La planificación en los países socialistas no llevó a nada parecido a una asignación eficiente de los recursos. No trajo consigo lo que la mayoría de la gente llamaría un aumento de la libertad personal o la igualdad distributiva. La mayoría de los habitantes de los países socialistas pensaba que el Partido Comunista era simplemente un opresor

Pequeñas conclusiones: Como el capitalismo se desarrolló junto con la democracia, contenía dos elementos que le imprimieron una dinámica y le dieron estabilidad: el empresario contribuyó al cambio y el crecimiento; la democracia facilitó los cambios de la estructura institucional del capitalismo sin destruir las instituciones básicas del mercado. El pensamiento económico neoclásico explica cómo funcionan los mercados en un sistema de propiedad privada y es, pues, el pensamiento económico capitalista.

El pensamiento económico socialista fue, en parte, una reacción a los “fallos” de una sociedad capitalista. La mayoría de los socialistas se dedicaron a analizar los fallos del capitalismo y apenas escribieron sobre cómo esperaban que se organizara económicamente una sociedad socialista.
En la década de 1920, en que Ludwig von Mises afirmó que el socialismo no podía asignar eficientemente los recursos. Su acusación inició un debate que aún continúa. Su discípulo, Friedrich von Hayek, apoyó la afirmación de Mises sobre la asignación de los recursos y también acusó al socialismo de ser incompatible con la libertad económica y política.

En el plano teórico-técnico, se observó que dando instrucciones a los administradores de las plantas y fijando los precios de los factores mediante el método del ensayo y error, los socialistas podían obtener unos resultados comparables a los de los mercados puramente competitivos y, por tanto, podían asignar racionalmente los recursos. En el modelo técnico-mecanicista, el motivo de esta conclusión era que el funcionamiento de la economía se reducía a un conjunto abstracto de ecuaciones. En este modelo deshumanizado, se conocía toda la información para producir eficientemente por hipótesis.


Aunque el debate reveló aparentemente la capacidad del socialismo para asignar eficientemente los recursos en el modelo neoclásico, también mostró las limitaciones de ese modelo.

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