Los orígenes no
van más allá del siglo VI antes de Cristo, cuando las grandes civilizaciones de
Asia como China e India que ya eran esplendidas, grandes pensadores realizaban
grandes avances en el pensamiento humano, Buda, Confucio y Lao Tse. Los
pobladores con precedencia distinta, china, mongol, corea y sin faltar los
indonesios estaban estableciéndose en una isla al noreste del continente.
Parece lógico con
este sustrato étnico que el pueblo Nipón sea un pueblo tributario de culturas
extranjeras, hubo de superar la dificultad de los primeros años sin algún tipo
de escritura, al observar el poder de su vecino sin duda alguna extrajeron sus
conocimientos e incluso los signos gráficos para su lenguaje autóctono,
convirtiéndose tal vez en el único caso en la historia que no se imponía como
resultado de una conquista, o derrota la absorción de una cultura a otra.
Religión en Japón
Kami-no-michi
(Shinto)
Significa «el
camino de los dioses», en chino «Shen-tao», de donde procede la palabra
«shinto».
Empujados hasta
su hábitat actual por sucesivas invasiones procedentes, a través de Corea, del
continente asiático. Esos invasores eran de raza mongólica, mezclados quizá con
elementos protomalayos de Indonesia. Al igual que los ainu, los recién llegados
parecen haber practicado un culto animista de la naturaleza y la fertilidad muy
desarrollado, dentro del cual la monarquía divina ocupaba un lugar destacado.
El principal objeto de veneración era el sol, y se creía que el volcán
Fujiyama, cuyo nombre se deriva de la palabra que
en la lengua ainu significa «antepasada», era una diosa. Las estrellas, las
nubes, los mares y la vegetación estaban divinizados, y prácticamente no había
objeto natural de cierta importancia al que no se considerase animado por un
ser espiritual bueno o malo.
La sociedad
estaba organizada sobre una base tribal en grupos patriarcales de un mismo
linaje, teniendo cada clan su jefe y adorando a una deidad protectora. La
religión consistía en un politeísmo muy desarrollado, con una mitología
compleja que describía la formación de una serie de dioses a partir de un caos
primigenio, que era como un océano de lodo envuelto en la oscuridad. Al fin dos
de ellos, Izanagi —«el hombre que invita»— e Izanami —«la mujer que invita»—,
dieron origen a las islas del Japón mediante un proceso generativo. Luego de
hacer las aguas, las montañas, los campos, las nieblas, el fuego, etc.,
engendraron un grupo numeroso de deidades, la última de las cuales, el príncipe
del fuego, quemó fatalmente a su madre al nacer. Enfurecido, Izanagi despedazó
al niño y marchó al mundo subterráneo en busca de Izanami, pero ella y sus
dioses perversos le rechazaron y le hicieron volver a la tierra. Según una
tradición, fue mientras se purificaba de la polución que había contraído en
este viaje cuando Izanagi procreó a la gran diosa del sol, Amaterasu, así como
al dios de la luna, Tsukiyomi, y al dios de las tormentas, Susanoo. Otra
versión afirma que estos dioses fueron engendrados por la pareja divina, no
únicamente por el dios.
El Estado japonés
se presenta a sí mismo como el más antiguo y sólido del mundo, con una línea
imperial ininterrumpida que se remonta a los primeros padres, Izanagi e
Izanami, ν a su ilustre creación Amaterasu-Omitkami. Los japoneses se
consideran hijos de los dioses, y a su Mikado descendiente directo de la diosa
del sol, que instituyó el Estado por decreto divino y le dio superioridad sobre
todos los demás. Por ingenuo y tosco que pueda parecer el fondo mitológico de
la historia nacional, tal como todavía se relata en los libros de texto
oficiales de la escuela primaria, con Amaterasu-Omitkami en el lugar principal
como primer antepasado del emperador, él ha sido el instrumento de creación de
un nacionalismo intenso y sigue ejerciendo un atractivo popular muy hondo y
justificando una doctrina de absolutismo político con poderosas sanciones
sobrenaturales.
El culto al
emperador
El gobernante,
según la antigua organización en clanes, del distrito de Yamato, que estaba
bajo la protección especial de la diosa del sol, fue consiguiendo poco a poco
la hegemonía
política sobre los demás jefes locales, hasta convertirse en emperador del
Japón. Al ser el culto de Amaterasu el más importante del país, el Mikado
estaba obligado a celebrar su ritual para asegurar la prosperidad de la tierra,
lo mismo que el faraón en Egipto. Una vez centrado el shinto en el Estado y
dotado de carácter nacional, el emperador, en virtud de su descendencia de la
diosa del sol, fue también divinizado, y la lealtad absoluta a su persona se
impuso como primer deber de sus súbditos
El Ryobu-Shinto
Como hemos visto,
nada de esto impidió, por otra parte, que el budismo chino hiciera rápidos
progresos en el Japón y modificara el antiguo shinto adoptando sus dioses y
transformándolos en budas y bodhisattvas que habían reaparecido en las islas.
Amaterasu, por ejemplo, fue identificada con el buda Vairocana. Sin embargo, y
a pesar de la influencia abrumadora del budismo, el culto a los dioses
nacionales no perdió nunca su atractivo para el pueblo. Fue el budismo el que
tuvo que adaptarse al shinto, y no a la inversa. De este sincretismo resultó un
«doble aspecto», el llamado ryobu, «shinto doble» o «doble camino de los
dioses», con imágenes, incienso y otros adminículos de la organización y el
culto budistas. Tan completamente dominado estaba por el budismo, que todos los
intentos posteriores de extraer de él sus elementos shintoístas serían vanos.
Desde principios del siglo xvi hasta mediados del xix casi todos los santuarios
del país fueron afectados por el ryobu-shinto, y, aunque a raíz de
la gran revolución shintoísta de los primeros años de la década de 1870 se
trabajó denodada-mente para eliminar su doctrina y su práctica, ha dejado una
impronta permanente en la arquitectura religiosa.
El budismo en Japón (Véase en India: budismo Japón)
Educación en Japón
Educación en Japón
Su educación como su religión fueron
exportados de China e India, los principales libros a tomar en cuanta son: “el
libro de las mutaciones”, “de los ritos”, “El tratado de piedad filial” “los
anales de Confucio”. Como para el siglo VIII se aprendían a memoria en las
escuelas hasta por los siglos X, que como para esta época ya se reflexiona,
ordena y cataloga los materiales adquiridos en crónicas, colecciones y leyes.
Este eclectisimo del pueblo explica la
carencia de actividades originaes en un pueblo, que por otra parte, cultivo tan
escasamente la metafísica y que no evidencio demasiado juicio crítico sobre los
materiales importados.
El pueblo Nipón permaneció estacionado
hasta el siglo XIX sin señales visibles de progreso. “un tipo de educación impersonal,
pero sobre todo marcado con el sello de militarismo de las primeras
civilizaciones, se dio en el Japón hasta el año 1868; junto a la religión
animalista del sintoísmo. Pero reacio a lo sobrenatural, falto de fundamento de
la antigua creencia, se limitó a fundar toda enseñanza moral exclusivamente en
la fidelidad a la tradición, que quiere que el emperador sea obedecido como
dios e impone la absoluta sumisión voluntaria a la patria. La falta de una
verdadera fe religiosa y de una verdadera explicación racional del deber se ha
de cumplir hasta el sacrificio, justifica la vena de pesimismo fatalista en que
fue educada sustancialmente la juventud de ese país no hace mucho tiempo atrás.”
(D. Morando 1953 pag. 2)
No hay comentarios:
Publicar un comentario