Religión:
Básicamente
agricultores, los habitantes primitivos del norte de China fijaban su atención
sobre todo en los procesos naturales, de los que dependía su provisión de
alimentos. Consideraban a la tierra autora y dispensadora de la vida, de la
fecundidad del suelo y de la de las
mujeres,
madres de la raza
humana. La sucesión de las estaciones v del día y la noche, el movimiento
armónico de los cuerpos celestes —a despecho de los ocasionales eclipses,
meteoros y rayos producidos por demonios— , sugerían la idea de un ritmo de la
naturaleza, que se interpretaba conforme a un principio dual llamado yang y
yin, que en la filosofía china posterior (el siglo II a. C.) adquiriría gran
importancia. Quizá ya a principios del primer milenio a. C. se creía que todo
objeto natural estaba bajo el dominio de dos fuerzas que se influían
recíprocamente, una positiva y otra negativa: el yang, activo, cálido,
luminoso, procreador (es decir,masculino), y el yin, pasivo, quieto, frío,
oscuro, fértil (es decir, femenino), tipificados respectivamente por el cielo y
la tierra, que juntos gobernaban el universo. El T’ien, el cielo, la bóveda
celeste, era esencialmente yang, y tenía su personificación en Shang-ti, el
antepasado supremo. La tierra era yin, fuente de vida.
El Culto a Los
Muertos
La solidaridad de
la familia, sin embargo, estaba firmemente establecida, hasta el punto de ligar
entre sí a todos sus miembros en una relación vital de interdependencia,
dependiendo los vivos de los muertos para su prosperidad, y los muertos de los
vivos para su bienestar y sustento. Las
oraciones de los
miembros supervivientes de la familia mantenían vivo el recuerdo de los
antepasados, y los sacrificios que se les ofrecían les proporcionaban vigor y
sustento. Dado que vivos y muertos formaban una sola comunidad, con
interrelaciones de dependencia recíproca, el culto
a los antepasados
ha sido una poderosa influencia estabilizador de la estructura social y de su
organización religiosa. La sociedad se organizó sobre una base feudal cuando,
probablemente hacia 1122 a. C., la hegemonía Shang fue reemplazada por la
dinastía Chu, que afirmaba ser
descendiente de
la Hsia. En el nivel más alto estaba el Hijo del Cielo, y las funciones
sacerdotales del emperador pasaron a los reyes de Chu. Había varios centenares
de Estados feudales, cada uno regido por un príncipe vasallo del emperador, con
cargo hereditario. Por debajo de él estaban los señores (duques, marqueses,
condes, vizcondes y barones), los gobernadores y sus funcionarios, dentro de
una jerarquía trazada con todo detalle, en
la que a cada
miembro se le asignaban unos deberes particulares, que incluían funciones
religiosas. Shang-ti, el monarca celestial, sólo podía ser adorado por el
emperador, y los principales espíritus cósmicos o de la tierra, por los
príncipes. Para el pueblo llano, reducido a la servidumbre, quedaba el culto de
sus propios antepasados y de los espíritus domésticos, como los de la puerta el
hogar, así como de los dioses de la suerte y la salud.
K`ung Fut-tzu
(Confucio)
-
¿en qué consiste el sentimiento de
humanidad?
Dijo
el discípulo
-
Consiste simplemente en amar a todos los
hombres.
Respondió
Confucio
Nació en el año
551 a. C. en una familia humilde del Estado feudal de Lu, en la provincia de
Shangtung.
A poco de nacer
él murió su padre, pero Confucio, pese a la pobreza que rodeó sus primeros
años, creció con las inclinaciones y ambiciones de un caballero y un erudito.
Cuando se casó a los dieciocho años tenía un cargo secundario en la
Administración, pero más tarde se hizo profesor de historia, filosofía, ética,
música, poesía y buenas maneras, y reunió en tomo a sí a un grupo de discípulos fieles.
La
colección de sentencias que se le atribuyen, las Analectas, le representan como
inculcador de los principios de la conducta recta, el buen gobierno y un
profundo respeto por el orden social establecido.
1.) Amar al
pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida
cotidiana.
2.) Debe servirse
en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.
3.) Cultivar la
virtud personal y tender sin cesar a la perfección.
4.) En la vida
privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del «Justo
Medio».
5.) Tener en
cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la
carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y
fáciles de perder.
6.) Practicar los
deberes de las cinco relaciones sociales (explicadas más abajo).
7.) Tener por
objeto final la paz universal y la armonía general.
El Taoísmo
Se asocia con el
nombre de Lao-tzu, de la dinastía Han (206 a. C.-221 d. C.). Es tan poco lo que
se sabe acerca de este místico legendario, que algunos han puesto en duda su
existencia histórica. De cualquier modo, es seguro que el tratado que se le
atribuye, llamado TaoTe Ching o «Libro del Tao y su virtud», data de una época
posterior, cuando el orden feudal de Estados combatientes entre sí se había
roto y en el pensamiento de los autores místicos empezaba a configurarse la
creencia en una unidad inalterable (Tao) subyacente a la diversidad del inestable
mundo material. Por el poder (Te) de este misterio oculto en el universo, el
Camino Eterno o Tao, se mantenía la secuencia ordenada de los acontecimientos,
y, cuando las actividades de los hombres no las estorbaban, prevalecían la
armonía y la perfección. Tal era el mensaje del Tao Te Ching, y su propósito el
de asegurar la paz perfecta de la unión con el Tao, «que todo lo hace sin
aparentemente hacer nada».
El Cielo y la
Tierra permanecen porque son la materialización de una Realidad inmutable que nunca
se afana, que crea sin esfuerzo ni objeto.
Con la subida al
poder de la dinastía Han en 206 a. C. recibió el apoyo imperial, porque su
doctrina de la inacción era idónea para lograr la sumisión popular al régimen
establecido. Ello fomentó el desarrollo de supersticiones, y en particular la
búsqueda de toda clase de edios mágicos para obtener la inmortalidad. Chuang
Tzu había afirmado que «el que alcanza el Tao es eterno»; cabía insistir, pues,
basándose en la autoridad de uno de sus más grandes expositores, en la
necesidad de conseguir ese don a cualquier precio. A tal fin se empezó a
utilizar ciertas medicinas y alimentos potentes, en los que se aseguraba que
residían el poder y la virtud del universo.
Con los chamanes
y curanderos de épocas anteriores, los sacerdotes taoístas ejercían un cierto
control sobre todos estos seres y potencias divinas, y afirmaban ser capaces de
infundir el Tao a sus congéneres para hacerles inmortales y poseedores de
poderes sobrenaturales en grado casi ilimitado. El que todo esto fuera una
parodia de la filosofía mística
de los fundadores del movimiento inquietaba tan poco a las masas
supersticiosas, que en las creencias y prácticas mágico-religiosas hallaban
satisfacción emocional y seguridad, como a sus gobernantes, que las utilizaban
como fuerza estabilizadora del imperio. Con la preponderancia del
neoconfucianismo en la época Sung (960-1279 d. C.), el taoísmo perdió mucha de
su influencia y patronazgo oficial. Junto con el budismo, fue condenado por Chu
Hsi (1130-1200 d. C.), el Santo Tomás de Aquino del confucianismo, que, al
igual que su colega cristiano, se basaba en la razón iluminada por las
escrituras sagradas para atacar la irracionalidad de las supersticiones y
negaciones taoístas. No obstante, pese a que el confucianismo, que llevaba
consigo la veneración y deificación del Sabio, se convirtió en religión del
Estado, el ocultismo, la alquimia, la geomancia, la adivinación y el exorcismo
taoísta persistieron, junto con algunas de sus concepciones más elevadas del Tao,
que han encontrado expresión permanente en el arte y la literatura chinos.
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