jueves, 16 de junio de 2016

China

Religión:

Básicamente agricultores, los habitantes primitivos del norte de China fijaban su atención sobre todo en los procesos naturales, de los que dependía su provisión de alimentos. Consideraban a la tierra autora y dispensadora de la vida, de la fecundidad del suelo y de la de las  mujeres,
madres de la raza humana. La sucesión de las estaciones v del día y la noche, el movimiento armónico de los cuerpos celestes —a despecho de los ocasionales eclipses, meteoros y rayos producidos por demonios— , sugerían la idea de un ritmo de la naturaleza, que se interpretaba conforme a un principio dual llamado yang y yin, que en la filosofía china posterior (el siglo II a. C.) adquiriría gran importancia. Quizá ya a principios del primer milenio a. C. se creía que todo objeto natural estaba bajo el dominio de dos fuerzas que se influían recíprocamente, una positiva y otra negativa: el yang, activo, cálido, luminoso, procreador (es decir,masculino), y el yin, pasivo, quieto, frío, oscuro, fértil (es decir, femenino), tipificados respectivamente por el cielo y la tierra, que juntos gobernaban el universo. El T’ien, el cielo, la bóveda celeste, era esencialmente yang, y tenía su personificación en Shang-ti, el antepasado supremo. La tierra era yin, fuente de vida.

El Culto a Los Muertos

La solidaridad de la familia, sin embargo, estaba firmemente establecida, hasta el punto de ligar entre sí a todos sus miembros en una relación vital de interdependencia, dependiendo los vivos de los muertos para su prosperidad, y los muertos de los vivos para su bienestar y sustento. Las
oraciones de los miembros supervivientes de la familia mantenían vivo el recuerdo de los antepasados, y los sacrificios que se les ofrecían les proporcionaban vigor y sustento. Dado que vivos y muertos formaban una sola comunidad, con interrelaciones de dependencia recíproca, el culto
a los antepasados ha sido una poderosa influencia estabilizador de la estructura social y de su organización religiosa. La sociedad se organizó sobre una base feudal cuando, probablemente hacia 1122 a. C., la hegemonía Shang fue reemplazada por la dinastía Chu, que afirmaba ser
descendiente de la Hsia. En el nivel más alto estaba el Hijo del Cielo, y las funciones sacerdotales del emperador pasaron a los reyes de Chu. Había varios centenares de Estados feudales, cada uno regido por un príncipe vasallo del emperador, con cargo hereditario. Por debajo de él estaban los señores (duques, marqueses, condes, vizcondes y barones), los gobernadores y sus funcionarios, dentro de una jerarquía trazada con todo detalle, en
la que a cada miembro se le asignaban unos deberes particulares, que incluían funciones religiosas. Shang-ti, el monarca celestial, sólo podía ser adorado por el emperador, y los principales espíritus cósmicos o de la tierra, por los príncipes. Para el pueblo llano, reducido a la servidumbre, quedaba el culto de sus propios antepasados y de los espíritus domésticos, como los de la puerta el hogar, así como de los dioses de la suerte y la salud.

K`ung Fut-tzu (Confucio)

-          ¿en qué consiste el sentimiento de humanidad?
Dijo el discípulo
-          Consiste simplemente en amar a todos los hombres.
Respondió Confucio

Nació en el año 551 a. C. en una familia humilde del Estado feudal de Lu, en la provincia de Shangtung.
A poco de nacer él murió su padre, pero Confucio, pese a la pobreza que rodeó sus primeros años, creció con las inclinaciones y ambiciones de un caballero y un erudito. Cuando se casó a los dieciocho años tenía un cargo secundario en la Administración, pero más tarde se hizo profesor de historia, filosofía, ética, música, poesía y buenas maneras, y reunió en tomo a sí a un grupo de discípulos fieles. 
La colección de sentencias que se le atribuyen, las Analectas, le representan como inculcador de los principios de la conducta recta, el buen gobierno y un profundo respeto por el orden social establecido.

1.) Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
2.) Debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.
3.) Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.
4.) En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del «Justo Medio».
5.) Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder.
6.) Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales (explicadas más abajo).
7.) Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.

El Taoísmo

Se asocia con el nombre de Lao-tzu, de la dinastía Han (206 a. C.-221 d. C.). Es tan poco lo que se sabe acerca de este místico legendario, que algunos han puesto en duda su existencia histórica. De cualquier modo, es seguro que el tratado que se le atribuye, llamado TaoTe Ching o «Libro del Tao y su virtud», data de una época posterior, cuando el orden feudal de Estados combatientes entre sí se había roto y en el pensamiento de los autores místicos empezaba a configurarse la creencia en una unidad inalterable (Tao) subyacente a la diversidad del inestable mundo material. Por el poder (Te) de este misterio oculto en el universo, el Camino Eterno o Tao, se mantenía la secuencia ordenada de los acontecimientos, y, cuando las actividades de los hombres no las estorbaban, prevalecían la armonía y la perfección. Tal era el mensaje del Tao Te Ching, y su propósito el de asegurar la paz perfecta de la unión con el Tao, «que todo lo hace sin aparentemente hacer nada».

El Cielo y la Tierra permanecen porque son la materialización de una Realidad inmutable que nunca se afana, que crea sin esfuerzo ni objeto.

Con la subida al poder de la dinastía Han en 206 a. C. recibió el apoyo imperial, porque su doctrina de la inacción era idónea para lograr la sumisión popular al régimen establecido. Ello fomentó el desarrollo de supersticiones, y en particular la búsqueda de toda clase de edios mágicos para obtener la inmortalidad. Chuang Tzu había afirmado que «el que alcanza el Tao es eterno»; cabía insistir, pues, basándose en la autoridad de uno de sus más grandes expositores, en la necesidad de conseguir ese don a cualquier precio. A tal fin se empezó a utilizar ciertas medicinas y alimentos potentes, en los que se aseguraba que residían el poder y la virtud del universo.

Con los chamanes y curanderos de épocas anteriores, los sacerdotes taoístas ejercían un cierto control sobre todos estos seres y potencias divinas, y afirmaban ser capaces de infundir el Tao a sus congéneres para hacerles inmortales y poseedores de poderes sobrenaturales en grado casi ilimitado. El que todo esto fuera una parodia de la filosofía mística de los fundadores del movimiento inquietaba tan poco a las masas supersticiosas, que en las creencias y prácticas mágico-religiosas hallaban satisfacción emocional y seguridad, como a sus gobernantes, que las utilizaban como fuerza estabilizadora del imperio. Con la preponderancia del neoconfucianismo en la época Sung (960-1279 d. C.), el taoísmo perdió mucha de su influencia y patronazgo oficial. Junto con el budismo, fue condenado por Chu Hsi (1130-1200 d. C.), el Santo Tomás de Aquino del confucianismo, que, al igual que su colega cristiano, se basaba en la razón iluminada por las escrituras sagradas para atacar la irracionalidad de las supersticiones y negaciones taoístas. No obstante, pese a que el confucianismo, que llevaba consigo la veneración y deificación del Sabio, se convirtió en religión del Estado, el ocultismo, la alquimia, la geomancia, la adivinación y el exorcismo taoísta persistieron, junto con algunas de sus concepciones más elevadas del Tao, que han encontrado expresión permanente en el arte y la literatura chinos.

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